lunes, 12 de julio de 2021

Ex estudiante del liceo 7 becada para estudiar Ingeniería en Estados Unidos


Artículo de Analía Filosi en El País (Montevideo)

Si a María Julia Paz le hubieran preguntado cuando terminó tercer año de liceo qué iba a estar haciendo tres años después, con 19 años recién cumplidos (los cumple hoy), nunca imaginó que estaría armando las valijas para en agosto estar volando a Chicago a cursar Ingeniería Mecánica en la Universidad de North Central College, con todos los gastos pagos.

Es que esta riverense nunca planeó estudiar en el exterior, esa idea recién comenzó a rondar en su cabeza cuando pasó por la experiencia de vivir un año en los Estados Unidos porque su padre consiguió trabajo en ese país. Para entonces venía de terminar Ciclo Básico en Rivera y por suerte siempre había estudiado inglés; los cambios drásticos iban a venir por otro lado.

En su primer día de clase en la Liberty Magnet High School, en Louisiana.
“A esa edad estás formando un grupo de amigos y yo me mudé al otro lado del continente”, recuerda de su estadía en Baton Rouge, capital del estado de Louisiana.

Llegó cuando faltaban dos meses para que terminaran las clases. Por el barrio en el que iba a vivir, que era relativamente nuevo, le tocó la Tara High School. Consiguió que la anotaran en cuarto año, si bien no había cursado la mayor parte del año. “Los profesores me daban actividades para que pudiera compensar. Unos días antes de terminar las clases me informaron que había conseguido los créditos para pasar de año. ¡Estaba chocha!”, cuenta quien siempre fue muy aplicada y exigente con sus estudios.

Tal es así que para hacer quinto decidió buscarse otra secundaria porque consideraba que la actual no la exigía todo lo que ella quería. “Louisiana es uno de los estados que tiene un programa de escuelas Magnet, pero para entrar hay que hacer una prueba de admisión”, explica. Hizo la prueba, lo que la llevó a toparse por primera vez con los exámenes estandarizados, que no miden solo los conocimientos de inglés sino también en matemáticas, algo que le resultaría muy útil en el futuro.

Entró en la Liberty Magnet High School, aprobó quinto año, pero cuando terminaron las clases sus padres resolvieron volver al Uruguay. En junio de 2019 estaba de regreso en Rivera, otra vez con el problema de llegar a un país en el que ya había pasado la mitad de un año lectivo.

Junto a su madre, que la ha apoyado mucho en toda esta búsqueda académica.
Como revalidar las materias le llevaba un tiempo, se anotó en el Liceo N° 7 de Rivera en quinto año, por más que ya lo había salvado en los Estados Unidos. Le aprobaron las materias, por lo que después de las vacaciones de invierno pasó a cursar sexto de Ingeniería. Otra vez tuvo que aprender por sí sola todos los temas de la primera mitad del año.

“Solo me fui a examen de Matemática 1 porque el profesor no tenía suficientes notas para hacerme un promedio; pero la salvé en diciembre”, cuenta. Ya tenía claro que iba a estudiar Ingeniería Mecánica, lo que la obligaba a mudarse a Montevideo, donde está la sede de la Facultad de Ingeniería.

Había terminado el liceo un año antes de su generación, así que no se sentía muy preparada para irse sola a la capital, sin sus amigos de toda la vida.
Decidió esperar para inscribirse y fue la mejor decisión porque en marzo aparecieron los primeros casos de covid en Uruguay y no tenía mucho sentido mudarse a Montevideo cuando todo iba a ser en forma virtual.

Pensó en inscribirse para el segundo semestre y mientras tanto buscarse algo para hacer. “El haber vivido en Estados Unidos me dio otra cabeza, había madurado muchísimo más y quería nuevas experiencias. Entonces me puse a ver qué posibilidades tenía de estudiar en el extranjero, algo que antes de irme a Louisiana nunca pensé”, relata.

Con su hermana, que tiene 11 años y con la que vive junto a sus padres en Rivera.
Fue así que encontró el programa de la Embajada de los Estados Unidos que ayuda a los estudiantes a postularse a universidades de ese país para carreras de grado y posgrado. Se presentó y fue admitida.

Lo primero por lo que tenía que pasar eran los exámenes estandarizados. Se puso contentan porque ya tenía la experiencia de Louisiana, pero de todas maneras la exigencia iba a ser mayor. Como temió que el American School, que es el único centro del Uruguay en el que se realizan las pruebas, cerrara por la pandemia, se anotó en la primera fecha que encontró: el 29 de agosto.

“Con todos confinados en casa, mi hermana más chica con clases virtuales y mi madre teletrabajando, se tornaba un poco complicado lograr un buen ambiente de estudio. Me acuerdo que me levantaba a las siete de la mañana porque era el horario más tranquilo para hacer los simulacros”, cuenta.

No pasaba de los 1.200 puntos cuando el puntaje máximo es 1.600. Finalmente, cuando dio la prueba obtuvo 1.180 puntos. “El examen se aprueba, lo que hace el puntaje es darte más oportunidades para una u otra universidad”, explica.

Trabajando como voluntaria del Proyecto Caqueiro con niños de Rivera.
Hizo su lista de universidades, que siempre se divide en tres categorías: las que seguro se entra, las que se está ahí-ahí y las que son más difíciles. En esta última estaba su sueño mayor, el MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts).

Los siguientes pasos fueron conseguir las cartas de recomendación y escribir los famosos ensayos de presentación que demandan las universidades. Para las cartas se le complicó un poco porque, como ella bien dice, su “High School era un popurrí” de lugares entre Uruguay y Estados Unidos. Pero las reunió entre docentes que la ayudaron mucho (Omar) y otros que no la conocían tanto pero le hicieron el favor. Para los ensayos le fue muy útil su experiencia en el Proyecto Caqueiro, ayudando a niños de Rivera a estudiar y donando alimentos.

Al mismo tiempo empezó a postularse a becas porque los ingresos de su familia le hacían imposible reunir los 70 mil dólares anuales que cuesta una Universidad en el país del norte.

De las 18 universidades a las que se postuló, la aceptaron cinco; ninguna con beca completa o casi completa como necesitaba.

La primera en aceptarla fue la North Central College de Chicago, en diciembre. Le daban dos becas que, sumadas, llegaban a 33 mil dólares. Faltaba mucho dinero. Ya había perdido las esperanzas cuando en marzo llegó otro mail de esta misma universidad comunicándole que había sido seleccionada para una beca extra. Tenía que escribir otro ensayo y esperar. Mientras tanto empezó las clases en la Facultad de Ingeniería.

Con sus compañeros de sexto año de liceo, opción Ingeniería, del Liceo N°7 de Rivera.
“A las dos semanas más o menos me llegó el mail anunciando que había sido seleccionada para esa beca, que yo creí que era de 2 mil dólares. ¡Cuando lo leí decía que la beca me cubría todo lo que me faltaba para pagar todos los gastos! Además, uno de los programas de esa universidad era Ingeniería Mecánica, lo que siempre había querido estudiar. Un par de las universidades que había seleccionado no tenían Ingeniería, pero yo estaba dispuesta a estudiar otra cosa para irme a Estados Unidos. O sea que no solo North Central College me dio la beca, sino que tiene lo que siempre había querido estudiar”, dice entusiasmada.

La beca le cubre los gastos académicos, estadía y comida, seguro médico y gastos personales. María Julia viaja ahora en agosto, para comenzar las clases el 25 de ese mes. La carrera, como todas en los Estados Unidos, dura cuatro años.

“Nunca estuve en Chicago, sé que la Universidad está en un suburbio residencial, lo que es mucho más tranquilo. El campus es relativamente chico, todos se conocen, sabés quienes son tus profesores, las clases son más reducidas, la relación de profesor a estudiante es mucho más cercana”, destaca.

Pensando más a largo plazo dice no tener planes concretos, pero tiene presente que habrá una papelera de UPM en Fray Bentos. “Es un área que tiene alta demanda de ingenieros, así que me encantaría volver al Uruguay y poder trabajar ahí”, proyecta feliz.